La Espiritualidad de la Cruz
imita a Cristo - Enseńa a vivir
Todas
las espiritualidades son una manera de vivir la vida cristiana y se distinguen entre sí
por el aspecto del misterio del Seńor que cada una acentúa en su seguimiento. Nace como una iniciativa amorosa de Dios para continuar su proyecto de salvación frente a
las necesidades históricas del hombre.
La Espiritualidad de la Cruz contempla, vive y transmite a Jesús en su aspecto de
Sacerdote y Víctima, contemplativo y solidario.
El
objetivo supremo que la Espiritualidad de la Cruz pretende alcanzar en todo el proceso
de identificación con Cristo es: "educar al Cristiano para que se deje
transformar en salvador con Cristo y pueda realizar la misión de Jesús".
Dentro
de esta Espiritualidad Sacerdotal, movidos por el Espíritu Santo, los miembros del
Apostolado de la Cruz contemplamos a Jesús crucificado, comprendemos el misterio de la
cruz y el llamado a tomarla en su seguimiento (Lc 9,23); asumimos y ofrecemos por amor
el dolor porque entendemos su valor salvífico si es vivido al estilo de Jesús; y damos
testimonio de esta verdad con nuestra entrega al Padre y a los hombres.
Por
este motivo, el
Ofrecimiento del Verbo Encarnado constituye
una práctica esencial de la Espiritualidad de la Cruz.
La Espiritualidad de la Cruz, como otras espiritualidades, tiene su lema,
su grito de
salvación, mediante el cual se anima para seguir a Jesús, ser fiel a su misión y
cumplir con su compromiso de transformación en Jesús.
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Jesús,
Salvador de los hombres, ˇSálvalos!
Este
grito surge el 14 de enero de 1894 del amor salvador de Jesús perpetuado en el corazón de la
Beata Concepción Cabrera, inspiradora de las
Obras de la Cruz en la Iglesia.
Conchita,
como es llamada con afecto por todos sus hijos e hijas espirituales que formamos la
Familia
de la Cruz, escribe en su diario este momento histórico: "...sentí como si una fuerza sobrenatural me arrojaba al suelo
y con la frente en la tierra, en los ojos las lágrimas y el fuego en el corazón le
pedía al Seńor con vehemencia, con un celo devorador la salvación de las almas:
Jesús, salvador de los hombres,
ˇsálvalos, sálvalos!
"Yo
no me acordaba de nada más: almas, almas, para Jesús era lo que deseaba. Más eran
los ardores del alma que los del cuerpo, y la dicha indecible que yo experimentaba
siendo, como los animales de su dueńo, yo de Jesús, de Jesús, de mi Jesús que
salvaría a tantas pobrecitas almas que le darían gloria. Arrebatada de dicha pasé el
día, con ansias vivas de soledad y oración..." (Aut. I, p. 205-207).
Cristo
continúa su acción sacerdotal a través de la Iglesia. Jesús es el Salvador,
la Iglesia su intermediaria. Sólo unidos a ella podremos acrecentar nuestra unión
con El, y ejercer y promover el sacerdocio común. Esto nos compromete a amar a
la Iglesia y ser parte activa de ella, interesándonos particularmente por sus
sacerdotes, instrumentos de la mediación sacerdotal de Cristo y siervos de la
comunidad cristiana. Por lo tanto, "nada de lo que se refiere al
sacerdocio nos debe ser indiferente" (Venerable Félix de Jesús Rougier,
M.Sp.S., fundador de los Misioneros
del Espíritu Santo, (1914) y de
tres congregaciones femeninas:
Hijas del Espíritu Santo
(1924),
Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo
(1930) y las
Oblatas de Jesús Sacerdote (1937).
La
Cruz del Apostolado, emblema de la Espiritualidad de la Cruz,
simboliza en sus diversos elementos la espiritualidad que la anima.
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